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El color del vino

¿De qué color pueden ser los vinos? Preguntamos.

La respuesta más obvia: el vino puede ser tinto, blanco, rosado. Pero no nos precipitemos.

Porque también puede ser color teja, cereza, sangre, carmesí, ciruela, marrón, violeta… etcétera. Y esto sin abandonar el capítulo de los tintos…

Quizá no todas las personas sean igual de sensibles ante la percepción de la amplia gama cromática que ofrece el vino, pero lo que es irrefutable es que, dado que el primer contacto con el vino es el visual, prestarle atención al color y a la información que de él se deriva no hace más que aportar un valor añadido a la experiencia.

El color del vino, como podéis imaginar, depende de numerosos factores. A continuación, vamos a detenernos en algunos de ellos, en concreto, en los que cobran más relevancia a la hora de evaluar el vino.

El color del vino y la variedad de la uva

Es obvio que la variedad o variedades de uva con las que está elaborado el vino influye en su coloración. Hablando de forma general, el color que transmite la uva al vino tinto viene determinado por los pigmentos del hollejo de las uvas tintas que se empleen en su elaboración, es decir, por el color de la piel de la uva. La próxima vez que tengáis un racimo de uvas en vuestras manos, prestadle especial atención: puede que sea negro, violeta, rojo, rosáceo, azulado…

En los blancos, el color del vino viene determinado de forma primaria por el color que toma el mosto en su escaso contacto con las pieles de las uvas, que puede tener matices color limón, verdosos (variedad Verdejo), dorados o color crema, por ejemplo.

En las variedades tintas, hay diferencias claras en cuanto a la intensidad colorante y a la tonalidad que se ven ya en la maceración prefermentativa. Por ejemplo las variedades Petit Verdot o Graciano (autóctona de Rioja) son variedades con muchísima intensidad colorante. Por otro lado, variedades como la Pinot Noir son mucho menos intensas y con tonalidades menos vivas.

El color del vino y la edad

La variedad no es el único factor que influye en el color de un vino: también influye en este aspecto, y no poco, su edad.

La regla dice que, hablando de tintos, juventud es sinónimo de solidez e intensidad. Los matices que se encuentran en los vinos jóvenes son púrpuras, violetas, azules… A medida que el vino madura, esa misma intensidad se va reduciendo y las tonalidades tornan en colores teja, rojos, caoba, amarronados…

Curiosamente, en los blancos ocurre el proceso contrario: cuanto más “mayores”, más intensos y más oscuros. Los matices verdosos y pajizos se pierden y las tonalidades tornan hacia el dorado y el ámbar.

Otros factores que influyen en el color del vino

Otros factores que, además de la variedad y la edad, influyen en el color de un vino son:

  • La tierra en la que crece la planta que afecta, inevitablemente, a la calidad de la uva, suelos arcillosos suelen dar vinos más recios, con más polifenoles.
  • La climatología, en la medida, en que también el clima influye en la maduración de la uva: uvas más maduras dan lugar a vinos más intensos,  sin llegar a sobremaduración donde perderemos potencial.
  • La sanidad de las uvas, cuando tenemos ataques fúngicos sobre la uva, el hollejo se debilita y se reblandece, perdiendo gran parte de las sustancias polifenólicas que nos darán el color.
  • La acidez, una buena acidez garantiza mayor viveza y por tanto un color más duradero en el vino.
  • El tiempo y las condiciones en las que se ha producido en contacto con los hollejos, sobre todo temperatura y protección de oxidaciones.

Saber deducir todas estas condiciones a partir de la evaluación del color un vino es una proeza que requiere un entrenamiento de fondo, pero igual de cierto es que todos los grandes caminos comienzan con un primer paso. Como punto de partida, una buena recomendación es la de comparar vinos de distintas variedades o edades entre sí para observar sus diferencias.

El color del vino y sus defectos

La evaluación visual del color del vino y de su aspecto nos puede ayudar a identificar si el vino presenta o no algún defecto así que una coloración inesperada puede tomarse como una señal de alerta ante la que tomar precauciones. ¡Recordad que algunos de estos defectos son recuperables!

También nos darán la pista para saber si un vino es de verdad un Gran Reserva o un vino joven, por ejemplo.

Esperamos que después de haber leído el post de hoy miréis al vino con otros ojos, unos ojos mejor educados, y os haya picado la curiosidad por empezar a entrenar vuestra vista para apreciar el color del vino y sus matices y obtener alguna información suplementaria antes de pasar a la siguiente fase y la más importante: la de disfrutarlo con el resto de los sentidos.

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